Iniciar una reflexión sobre las estructuras curriculares y los procesos sociales que se dinamizan alrededor de la escuela, implica un acercamiento a la forma como se ha presentado lo curricular, sus características, para de allí comprender la influencia y pertinencia de un trabajo educativo que reconozca su entorno, su medio social y cultural.
Las estructuras curriculares de las instituciones educativas se han caracterizado por estar cargadas de un marcado enciclopedismo, faltos de coherencia y claridad frente a los procesos educativos y su poca relación con el contexto; lo que ha llevado a reducir el currículo a plan de estudios, formulación de objetivos, selección de contenidos, con estructuras cerradas que discriminan y no permiten procesos de construcción, reflexión y transformación curricular.
Es así como el currículo ha transitado por diversas acepciones y prácticas, por ejemplo, aquellos currículos de colección o enciclopédicos, caracterizados por ser restringidos, con una educación especializada en asignaturas, alumnos homogenizados, con prácticas pedagógicas que fomentan el maltrato, la exclusión y el temor como forma de control y sumisión; pero también se ha trabajado en los últimos tiempos, sobre currículos integrados y flexibles, los cuales fomentan contenidos abiertos, donde la acción del docente es integral, las interacciones entre los participantes son más horizontales y se reivindica la importancia de la investigación y la evaluación dentro de los procesos educativos. Sin lugar a dudas las reflexiones que hoy se plantean, son el resultado del análisis de la situación vivida en la cotidianidad escolar que muestra el anquilosamiento de las estructuras académicas y administrativas, con concepciones, relaciones, prácticas y manejos no acordes con las problemáticas y expectativas que tiene la sociedad contemporánea.
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